martes, 3 de abril de 2012

POR DIVERSIÓN

DILEMA DE AMOR (Cumbia epistemológica)



De Wikipedia: «Les Luthiers es un grupo argentino de humor que utiliza la música como un elemento fundamental de sus actuaciones, con instrumentos informales creados a partir de materiales de la vida cotidiana. De esta característica proviene su nombre: luthier, que en francés significa «creador de instrumentos musicales». El conjunto está compuesto por cinco miembros (originalmente, eran siete), todos ellos músicos profesionales, y comenzó su trayectoria en la segunda mitad de la década de 1960 en la ciudad de Buenos Aires.» (…)
«Luthier es la palabra francesa que designa al fabricante de instrumentos de cuerda. El grupo adoptó este nombre por su costumbre de crear instrumentos a partir de materiales poco comunes, como latas, mangueras, tubos de cartón, globos, etc. El primer constructor de instrumentos informales fue Gerardo Masana, fundador del grupo, el primer instrumento creado, el bass-pipe a vara, construido con tubos de cartón encontrados en la basura y elementos caseros. Cuarenta años después, un émulo de este enorme tubo rodante sigue usándose en escena.» (…)
«Johann Sebastian Mastropiero es una sátira de los compositores clásicos, tomando los nombres de Johann Sebastian Bach y el apellido del fundador del grupo, Gerardo Masana. Este personaje se caracteriza por una vida turbulenta cuya trama se va hilando a lo largo de cada presentación realizada por Marcos Mundstock. Gracias a ellas podemos saber que nació de madre italiana y de padre, que tuvo un hermano gemelo mafioso llamado Harold Mastropiero, que a pesar de sus múltiples relaciones amorosas tuvo durante un tiempo una pareja estable con la condesa de Shortshot, y que con ella tuvo varios hijos cuyos apellidos significan lo mismo que el de su madre en distintos idiomas; que contrató a una gitana de empleada doméstica, y que ella le dejó de ahijado a Azuceno Mastropiero, entre muchas otras situaciones hilarantes.» (…)

ESCRIBA AQUÍ SUS COMENTARIOS A MODO DE MICRO-ENSAYO PARA LA CONCLUSIÓN DEL CURSO II-2011

Hemos acordado escribir un comentario de extensión de 300 palabras, a modo de microensayo, en torno al problema: «Qué importancia tiene una cátedra de Epistemología en primer nivel de Licenciatura». Como pretexto se incluye un fragmento del capítulo 2 del libro "La trama de la vida", del físico autríaco Fritjof Capra, actual director del Center for Ecoliteracy en California. Se han eliminado las referencias bibliográficas por cuanto son, en su mayoría, referencias a otros libros del autor y poco pertinentes para la comprensión del texto aquí inserto.

3. LA TEORÍA DE SISTEMAS[1]
En los años treinta, la mayoría de los criterios clave del pensamiento sistémico habían sido ya formulados por los biólogos organicistas, los psicólogos de la Gestalt y los ecólogos. En todos estos campos, el estudio de los sistemas vivos —organismos, partes de organismos y comunidades de organismos— había conducido a los científicos a la misma nueva manera de pensar en términos de conectividad, relaciones y contexto. Este nuevo pensamiento se veía además reforzado por los descubrimientos revolucionarios de la física cuántica en el reino de los átomos y las partículas subatómicas.

LOS CRITERIOS DEL PENSAMIENTO SISTÉMICO
Vale quizás la pena en este punto resumir las características esenciales del pensamiento sistémico. El primer y más general criterio es el cambio de las partes al todo. Los sistemas vivos son totalidades integradas cuyas propiedades no pueden ser reducidas a las de sus partes más pequeñas. Sus propiedades esenciales o «sistémicas» son propiedades del conjunto, que ninguna de las partes tiene por sí sola. Emergen de las «relaciones organizadoras» entre las partes, es decir, de la configuración de relaciones ordenadas que caracteriza aquella clase específica de organismos o sistemas. Las propiedades sistémicas quedan destruidas cuando el sistema se disecciona en elementos aislados.
Otro criterio básico del pensamiento sistémico sería la habilidad para focalizar la atención alternativamente en distintos niveles sistémicos. A través del mundo viviente nos encontramos con sistemas dentro de sistemas. Mediante la aplicación de los mismos conceptos a los distintos niveles de sistemas —por ejemplo, el concepto de estrés en un organismo, una ciudad o una economía—, podemos obtener a menudo importantes percepciones. Por otro lado, cabe admitir también que, en general, a distintos niveles sistémicos corresponden distintos niveles de complejidad. En cada nivel, los fenómenos observados poseen propiedades que no se dan a niveles inferiores. Las propiedades sistémicas de un nivel concreto reciben el nombre de propiedades «emergentes», puesto que emergen precisamente en aquel nivel.
En el cambio del pensamiento mecanicista al pensamiento sistémico, la relación entre las partes y el todo queda invertida. La ciencia cartesiana creía que en todo sistema complejo el comportamiento del conjunto podía ser analizado en términos de las propiedades de sus partes. La ciencia sistémica demuestra que los sistemas vivos no pueden ser comprendidos desde el análisis. Las propiedades de las partes no son propiedades intrínsecas y sólo pueden entenderse desde el contexto del todo mayor. Por tanto, el pensamiento sistémico es un pensamiento «contextual», y puesto que la explicación en términos de contexto significa la explicación en términos de entorno, podemos también afirmar que el pensamiento sistémico es un pensamiento medioambiental.
En última instancia —como la física cuántica demostró tan espectacularmente— no hay partes en absoluto. Lo que denominamos parte o componente, es meramente un patrón dentro de una inseparable red de relaciones. Por tanto, el cambio de las partes al todo puede también ser contemplado como el cambio de objetos a relaciones. En cierto modo, se trata de un cambio de esquemas, de diagramas.
En la visión mecanicista el mundo es una colección de objetos. Éstos, por supuesto, interactúan y aquí y allá aparecen relaciones entre ellos, pero éstas son secundarias, como ilustra esquemáticamente la figura 3-1 A. En la visión sistémica vemos que los objetos en sí mismos son redes de relaciones inmersas en redes mayores. Para el pensador sistémico las relaciones son prioritarias. Las fronteras entre patrones discernibles («objetos») son secundarias, como ilustra, también de modo muy simplificado, la figura 3-1 B. La percepción del mundo viviente como una red de relaciones ha convertido el pensamiento en términos de redes —expresado más elegantemente en alemán como vernetzes Denken en otra de las características fundamentales del pensamiento sistémico. Este «pensamiento en redes» ha influenciado, no sólo nuestra visión de la naturaleza, sino también el modo en el que hablamos del conocimiento científico. Durante milenios, los científicos y filósofos occidentales han usado la metáfora del conocimiento como un edificio, junto con muchas otras metáforas arquitectónicas derivadas de la primera. Hablamos de leyes fundamentales, principios fundamentales, componentes básicos y demás, afirmando que el edificio de la ciencia debe ser construido sobre firmes cimientos. Cada vez que se producía una revolución científica mayor, se veían temblar los cimientos de la ciencia. Descartes escribía en su Discurso del método:
Mientras que las [ciencias] tomen prestados sus principios a la filosofía, considero que nada sólido podrá ser edificado sobre tan inestables cimientos.
Trescientos años más tarde, Heisenberg escribía en su Física y filosofía que los cimientos de la física clásica, es decir del propio edificio construido por Descartes, temblaban:
La violenta reacción ante el reciente desarrollo de la física moderna, sólo puede entenderse desde la percepción de que los mismos cimientos de la física han empezado a moverse y que este movimiento ha provocado la sensación de que el suelo va a desaparecer bajo los pies de la ciencia.
En su autobiografía, Einstein describe sus sensaciones en términos muy similares a los de Heisenberg:
Fue como si la tierra hubiese desaparecido bajo nuestros pies, sin tener ningún cimiento firme a la vista sobre el que poder construir.
En el nuevo pensamiento sistémico, la metáfora del conocimiento como construcción queda reemplazada por la metáfora de la red. Al percibir la realidad como una red de relaciones, nuestras descripciones forman también una red interconectada de conceptos y modelos en la que no existen cimientos. Para la mayoría de científicos, esta visión del conocimiento como red sin cimientos firmes resulta aun sumamente inquietante. Pero, a medida que el planteamiento de red se expanda por la comunidad científica, la idea del conocimiento como red encontrará sin duda una creciente aceptación.
La noción de conocimiento científico como red de conceptos y modelos, en la que no hay partes más fundamentales que otras, fue formalizada en física por Geoffrey Chew en su filosofía bootstrap en los años setenta. Esta filosofía no sólo abandona la idea de componentes básicos de materia, sino que refuta cualquier tipo de entidades fundamentales, no aceptando ninguna constante, ley o ecuación fundamental. El universo material es visto como una red dinámica de acontecimientos interrelacionados. Ninguna de las propiedades de ninguna parte de la red es fundamental; todas se derivan de las propiedades de las demás partes y la consistencia total de sus interrelaciones determina la estructura de toda la red.
Cuando este planteamiento es aplicado a la ciencia como un todo, ello implica que la física ya no se puede considerar como el nivel más fundamental de la ciencia. Los fenómenos descritos por la física ya no son más importantes que los descritos por la biología o la psicología, por ejemplo. Pertenecen a distintos niveles sistémicos pero ninguno de ellos es más fundamental que otro.
Otra implicación importante de la visión de la realidad como una red inseparable de relaciones, afecta al concepto tradicional de la objetividad científica. En el paradigma científico cartesiano, las descripciones son consideradas objetivas, es decir, independientes del observador humano y del proceso de conocimiento. El nuevo paradigma implica que la epistemología —la comprensión del proceso de conocimiento— debe ser incluida explícitamente en la descripción de los fenómenos naturales.
Este reconocimiento entra en la ciencia de la mano de Werner Heisenberg y está íntimamente relacionado con la visión de la realidad física como una red de relaciones. Si imaginamos la red reflejada en la figura 3-1 B como mucho más intrincada, quizás parecida de algún modo a la mancha de tinta del test de Rorschach, podemos comprender fácilmente que aislar un patrón dentro de esta compleja red dibujando una frontera aleatoria a su alrededor y denominarlo un «objeto» resulta un tanto arbitrario.
Efectivamente, esto es lo que sucede cuando nos referimos a objetos de nuestro entorno. Por ejemplo, cuando vemos una red de relaciones entre hojas, ramitas, ramas y tronco, la denominamos «árbol». Al dibujar un árbol, la mayoría de nosotros olvidará las raíces, si bien éstas son a menudo tanto o más extensas que las partes del árbol que vemos. En un bosque, además, las raíces de todos sus árboles están entremezcladas, formando una densa red subterránea en la que no existen fronteras precisas entre árboles individuales.
Dicho brevemente, lo que denominamos árbol depende de nuestras percepciones. Depende, como decimos en ciencia, de nuestro método, de nuestra observación y de nuestras mediciones. En palabras de Heisenberg: «Lo que observamos, no es la naturaleza en sí misma, sino la naturaleza expuesta a nuestro método de observación.» Así pues, el pensamiento sistémico comporta un cambio de ciencia objetiva a ciencia «epistémica», a un marco en el que la epistemología —-«el método de cuestionar»— se convierte en parte integrante de las teorías científicas.
Los criterios del pensamiento sistémico descritos en este breve sumario son interdependientes. La naturaleza es percibida como una red interconectada de relaciones, en la que la identificación de patrones específicos como «objetos» depende del observador humano y del proceso de conocimiento. Esta red de relaciones es descrita en términos de su correspondiente red de conceptos y modelos, ninguno de los cuales es más fundamental que otro.
Esta novedosa aproximación a la ciencia plantea de inmediato una importante cuestión. Si todo está conectado con todo, ¿cómo podemos esperar comprender algo jamás? Puesto que todos los fenómenos están interconectados, para explicar cualquiera de ellos precisaremos comprender todos los demás, lo que obviamente resulta imposible.
Lo que convierte el planteamiento sistémico en una ciencia es el descubrimiento de que existe el conocimiento aproximado. Esta percepción resulta crucial para la totalidad de la ciencia moderna. El viejo paradigma se basa en la creencia cartesiana de la certitud del conocimiento científico. En el nuevo paradigma se admite que todos los conceptos y teorías científicas son limitados y aproximados; la ciencia nunca puede facilitar una comprensión completa y definitiva.
Esto se puede ilustrar con un simple experimento que se efectúa frecuentemente en cursos introductorios de física. El profesor deja caer un objeto desde una determinada altura y muestra a sus alumnos con una simple fórmula de física newtoniana cómo calcular el tiempo que tarda el objeto en llegar al suelo. Como en la mayoría de la física newtoniana, los cálculos despreciarán la resistencia del aire y no serán por tanto exactos. Efectivamente, si el objeto fuese una pluma de ave, el experimento no funcionaría.
El profesor puede darse por satisfecho con esta «primera aproximación» o puede avanzar un paso y tomar en consideración la resistencia del aire, introduciendo más datos en la fórmula. El resultado —la segunda aproximación— será más ajustado que el primero, pero no será aún exacto, ya que la resistencia del aire depende de su temperatura y presión. Si el profesor es realmente ambicioso, propondrá una nueva fórmula, mucho más complicada, que tendrá en cuenta estas variables y dará como resultado una tercera aproximación.
No obstante, la resistencia del aire depende no sólo de su temperatura y presión, sino también de la convección, es decir, de la circulación de las partículas de aire a gran escala dentro de la habitación. Los alumnos podrán observar que esta convección puede estar influida por una ventana abierta, por sus patrones de respiración, etc. Llegado a este punto, el profesor detendrá probablemente el proceso de mejora de las aproximaciones por pasos sucesivos.
Este sencillo ejemplo demuestra cómo la caída de un objeto está conectada de múltiples maneras a su entorno y en última instancia al resto del universo. No importa cuántas conexiones tomemos en consideración para describir un fenómeno, siempre estaremos obligados a excluir otras. Por tanto, los científicos jamás pueden tratar con la verdad, en el sentido de una correspondencia precisa entre la descripción y el fenómeno descrito. En ciencia tratamos siempre con descripciones aproximadas de la realidad. Esto puede parecer frustrante, pero para los pensadores sistémicos el hecho de que podamos obtener un conocimiento aproximado sobre una red infinita de patrones interconectados es una fuente de confianza y fortaleza. Louis Pasteur lo expuso magníficamente:
La ciencia avanza a través de respuestas tentativas hacia una serie de cuestiones más y más sutiles, que alcanzan más y más profundidad en la esencia de los fenómenos naturales.


[1] CAPRA, Fritjof. La trama de la vida. 2 ed. Barcelona: Anagrama, 1999. 359p.