lunes, 10 de octubre de 2011

Sesión 2: Modelo – Diacronía y sincronía – Proceso, macroproceso y subproceso – Sistema, macrosistema y subsistema.

Tomado de: VASCO Carlos Eduardo, BERMÚDEZ Ángela, ESCOBEDO Hernán, NEGRET Juan Carlos, LEÓN Teresa. El saber tiene sentido – Una propuesta de integración curricular. Bogotá: CINEP, 2000.

Un ejemplo útil para entender estas ideas muy abstractas es el de las representaciones del universo y en particular de la Tierra, el Sol, la Luna y las estrellas a lo largo de la historia. Copérnico decía que el universo es esférico, y daba estas razones:
“Ya sea porque esta forma es la más perfecta de todas, por ser un todo completo que no precisa uniones, ya sea porque constituye la forma que contiene mayor espacio, siendo así la más apropiada para contener y retener todas las cosas, o bien porque todas las partes discretas del mundo, me refiero al Sol, la Luna y los planetas, se presenten como esferas.” [1]
Para él, a su vez, el universo contiene otras esferas. Copérnico dice:
“La primera y más alta de todas es la esfera de las estrellas fijas... [Después sigue la esfera de Saturno; tras él, Júpiter; luego Marte, luego la Tierra con el orbe de la Luna como epiciclo. En quinto lugar, Venus; el sexto lugar corresponde a Mercurio.) Pero en el centro de todo reside el Sol. Situado en este templo magnífico, ¿quién habría de poner la luz en otro lugar mejor que éste, desde el que puede iluminarlo todo a la vez?” [2]
El modelo copernicano de la totalidad del universo ha sido llamado un modelo heliocéntrico, porque supone que el Sol se encuentra en el centro de ese universo; otros modelos, como el de Ptolomeo, se llaman geocéntricos, porque suponen que la Tierra está en el centro del universo, que también para Ptolomeo era esférico.
Hoy en día no decimos que el universo es esférico, ni que la Tierra o el Sol son el centro de él; decimos cosas muy diferentes. Por tanto, podemos proponer dos hipótesis: o el universo, o sea lo real, ha cambiado mucho en estos cuatrocientos años, o nuestras concepciones, o sea nuestras realidades, son las que han cambiado por los avances científicos. Sería bastante absurdo pensar que el universo ha cambiado en forma paralela a los cambios en nuestras concepciones de él; sería descabellado afirmar, por ejemplo, que hace dos mil años la Tierra se encontraba en el centro de las esferas celestes que conformaban el universo, que hace cuatrocientos años fue el Sol el que ocupó ese lugar privilegiado, y que ahora éste no es sino una estrella más de los cien mil millones de estrellas de una de las cien mil millones de galaxias conocidas en un universo en expansión. Lo que ha cambiado radicalmente entonces son nuestros modelos, nuestras representaciones y nuestras perspectivas del universo; de éste podemos asumir que ha evolucionado, pero no que ha cambiado su naturaleza tan rápidamente y en forma tan radical.
Incluso actualmente existen diversas representaciones del universo, cuya exposición nos desviaría demasiado de nuestro tema central; sin embargo, queremos recordar que existen esas otras perspectivas para señalar que sí se han propuesto otros modelos, con el fin de reforzar la idea de que son múltiples las posibles representaciones de lo real[3].
Los anteriores ejemplos nos muestran cómo cuando pensamos o hablamos de lo real, se trata de aquellos diferentes procesos espacio-temporales que producen en nosotros sensaciones que nos hacen hablar de ellos como “fenómenos”[4].  Los ejemplos también nos muestran en qué medida nuestra realidad está constituida por teorías, modelos o representaciones, mediante los cuales le imponemos a lo real una organización que lo hace comprensible.
“Mundus” en latín quiere decir “lo bello”, “lo organizado”, “lo limpio”. Lo contrario es lo “inmundo”. Por esto decimos que una manera de organizar lo real constituye “un mundo”, que constituye “una realidad”: la realidad de la persona que organiza lo real mediante esa forma de representación. Tal como lo hemos ilustrado con nuestros ejemplos, puede entonces haber diversas realidades como representaciones subjetivas, al mismo tiempo que lo real es único; puede haber diversos mundos subjetivos, al mismo tiempo que el universo es único.
Hay pues una proliferación de realidades subjetivas, de perspectivas múltiples y de representaciones muy diversas, y aun a veces contradictorias, de lo real. Pero esto no nos lleva a un caos total y a un relativismo absoluto. Lo que ocurre es que a partir de la comunidad de cultura y lenguaje, de las múltiples perspectivas subjetivas, y del diálogo entre las personas para confrontar y coordinar sus realidades, surge la posibilidad de hablar de algo que podríamos llamar “una realidad objetiva”, pero que sería mejor llamar “una realidad inter-subjetiva”. Es decir, que cuando hablamos de una realidad objetiva, no es que ella lo sea porque las personas han logrado ver y describir lo real tal como es, sino porque se ha logrado un consenso amplio entre diversas perspectivas. Se ha conformado una resonancia entre lo que cada uno de nosotros puede llamar su realidad con lo que el grupo social, comunidad o etnia en la que nacimos puede llamar nuestra realidad; ese consenso puede ser tan amplio, tan exitosamente transmitido y compartido por las nuevas generaciones, que todos podemos estar seguros de que nuestra realidad es la realidad objetiva, y que la realidad objetiva es lo mismo que lo real. Sin embargo, lo explicado hasta ahora no nos permite aceptar esos deslizamientos desde la realidad de cada uno hacia la realidad compartida, ni desde la creencia en esa realidad compartida hacia la afirmación de una sola realidad objetiva, ni mucho menos desde lo que tenemos por realidad compartida y objetiva hacia lo real.
Ahora bien, cuando las personas intentan hacer representaciones de lo real, se encuentran ante un gran problema: su complejidad y su dinamicidad lo hacen inabarcable, inasible y escurridizo. Para poder hacer representaciones de lo real, es necesario primero organizarlo haciendo recortes para descomponerlo en subprocesos; en la misma forma, estos procesos pueden a su vez ser descompuestos en nuevos subprocesos, Estos recortes o disecciones que hacemos para distinguir subprocesos de un proceso más complejo reciben el nombre de cortes diacrónicos (a lo largo del tiempo) o, lo que es lo mismo, longitudinales. De nuevo podemos recortar esos subprocesos en segmentos o momentos diferentes, haciendo la disección transversalmente al tiempo. A esos nuevos cortes los llamamos sincrónicos o transversales.
Ejemplo ecológico
Tomemos como ejemplo un subproceso que podemos desglosar del macroproceso real: el subproceso de degradación ambiental de las franjas de colonización entre los llanos orientales y la selva amazónica. Este subproceso puede ahora descomponerse en un subproceso biológico de erosión del suelo y otro subproceso social de tala para explotación maderera o para remplazar bosques por cultivos o ganadería. A su vez, este segundo subproceso social puede ser descompuesto en un subproceso económico de desplazamiento de población y ampliación de la frontera agrícola, otro subproceso cultural de escisión y alienación del ser humano de su entorno natural y de su pertenencia a la naturaleza, otro subproceso de desarrollo tecnológico, y un cuarto subproceso político de desatención al campo. Solo haciendo este ejercicio analítico de diferenciación de un subproceso en nuevos subprocesos podemos captar la complejidad del proceso de degradación mencionado.
Pero los procesos o los subprocesos recortados longitudinal o diacrónicamente son todavía demasiado escurridizos; son todavía cambiantes, dinámicos. Las personas tratan entonces de hacer congelamientos de los subprocesos en el tiempo, y de dividirlos por cortes transversales o sincrónicos que les permitan visualizar algunos aspectos de ese subproceso ya delimitados como objetos o elementos, identificar el estado de esos elementos, y conjeturar las relaciones entre ellos en diversos momentos del subproceso. Se obtiene así una representación o modelo de ese fragmento recortado del subproceso, modelo que llamamos un sistema en un instante del tiempo.
Ejemplo ecológico (continuación)
Continuemos con el mismo ejemplo del subproceso de degradación y erosión del suelo en 1998. Es difícil comparar directamente el subproceso mismo como fluye en el momento actual con la manera en que lo hacía unos años antes; es más fácil comparar el sistema ecológico construido por nosotros para representar ese subproceso tal como ocurría hace unos años, cuando había árboles, hierba, humus, roedores, insectos, agua, viento, ligados por sus relaciones naturales, con el sistema ecológico que construimos para representarnos el momento actual del subproceso, en el cual hay nuevos componentes, como los colonos, los coqueros, los aviones de fumigación, y del cual han desaparecido los árboles. Las relaciones entre los elementos han cambiado, y podemos reconstruir esos cambios de los elementos y de las relaciones por medio de transformaciones del sistema ecológico desde su estado anterior hasta el actual.
No sobra señalar que los sistemas pueden ser fraccionados a su vez en subsistemas. Lo que en un análisis de un sistema bien delimitado era apenas uno de sus componentes, podemos en seguida fijarlo como foco de nuestra atención, y analizarlo a su vez como subsistema del sistema anterior (que ahora es un macrosistema con respecto a los sistemas que eran sus componentes) y, por tanto, encontrarle componentes, relaciones y transformaciones internas, mientras que antes era una “caja negra”, como dicen en electricidad y electrónica; esta expresión que señala un artefacto encerrado en una caja de lata, usualmente negra, de la cual salen o entran algunos alambres, se ha extendido ya al análisis de sistemas en forma más abstracta para designar cualquier componente de un sistema al cual no le hemos hecho a su vez el análisis. Diríamos que cuando se le haya abierto la tapa y se analice por dentro, ya es un subsistema con sus propios componentes, relaciones y transformaciones.


[1] Citado en: Koyré, A. (1979). Del mundo cerrado al universo infinito. Bogotá: Siglo XXI.
[2] Ibid.
[3] Si el lector quiere referirse a una de las representaciones actuales, puede consultar la narración de la evolución del universo desde el “Big Bang” hasta nuestros días.
[4] La palabra “fenómeno” viene del latín “phaenomĕnon”, que a su vez procede del griego, brillar, aparecer, y señala lo que parece, lo que aparece a nuestros sentidos y a nuestra percepción. No lo entendemos pues en el sentido usual de algo extraño, maravilloso o monstruoso, sino en el sentido de lo que podemos percibir de lo real.