domingo, 15 de enero de 2012

Sesión 3: Estructura, dinámicas interna y externa, cambio estructural


Tomado de: VASCO Carlos Eduardo, BERMÚDEZ Ángela, ESCOBEDO Hernán, NEGRET Juan Carlos, LEÓN Teresa. El saber tiene sentido – Una propuesta de integración curricular. Bogotá: CINEP, 2000.

Otro ejemplo de ecología
Por ejemplo, cada uno de los árboles de un subsistema ecológico puede ser fraccionado en raíces, tronco, ramas, hojas, flores y frutos, y cada uno de estos componentes puede a su vez analizarse como subsistema compuesto de elementos y relaciones, y sujeto a transformaciones. Piénsese en el análisis de una flor como sistema biológico complejo tal como suele hacerse en los libros de biología de secundaria. Allí los elementos son los sépalos, los pétalos, los estambres y el pistilo o los pistilos, y las relaciones entre ellos son múltiples, hermosas, interesantes y fecundas.
Cuando tenemos el sistema ya bien delimitado, podemos centrar nuestra atención en sus relaciones, haciendo abstracción de la naturaleza de sus elementos. Al privilegiar las relaciones, nos damos cuenta de que algunas de ellas tienen cierta forma más permanente y que las otras varían dentro de un rango fijado por las primeras; u observamos que unas tienen cierta estabilidad y definen al sistema como este sistema y no otro, mientras que otras cambian regular o aleatoriamente sin que cambie el sistema; o decimos con los científicos sociales que unas son estructurales y otras coyunturales; o utilizando la clásica dualidad aristotélica, decimos que unas son esenciales al sistema y otras accidentales. Las relaciones más formales, permanentes, estables, estructurales o esenciales están también relacionadas entre sí en una forma particular, y a esta red de relaciones la denominamos la estructura del sistema.
Al hacer énfasis en la estructura de un sistema, estamos haciendo énfasis en lo estable, en lo que es más permanente con respecto a los cambios normales que experimenta, es decir en aquellas relaciones que caracterizan a éste como tal, como diferente de otros sistemas que tengan distinta estructura. Decimos que esas relaciones conforman la estructura de ese sistema porque no cambian o porque cambian muy lentamente, o porque cambian sólo dentro de ciertos rangos, tanto que en muchos casos estas transformaciones resultan imperceptibles para los sujetos. Pero tanto los componentes como las relaciones pueden cambiar más o menos rápidamente.
Ejemplo de biología
Cuando examinamos el sistema reproductivo de una planta, localizado en una flor, no decimos que los cambios de la posición relativa de los pétalos cuando se abren al amanecer le cambian la estructura a la flor. Tampoco las relaciones de contacto o separación entre los pistilos cuando se mueven por el viento o por la llegada de un insecto cambian la estructura de la flor. Pero si la planta tiene unas flores masculinas y otras femeninas, o si las masculinas están todas en una de ellas y las femeninas en otra, decimos que los dos tipos de flores de esa especie tienen estructuras diferentes.
Podemos también fijar nuestra atención en las transformaciones más o menos lentas que sufren los elementos y las relaciones. Al describir la forma como acontecen estos cambios, hacemos explícita la dinámica del sistema.
Ejemplo de ecología humana
Retomemos el ejemplo del sistema ecológico que habíamos construido para modelar el proceso de degradación de los ecosistemas de la frontera entre los llanos orientales y la selva amazónica. En un primer momento, habíamos propuesto un sistema ecológico natural, antes de ser perturbado por la llegada de los colonos. Las relaciones estables entre sus componentes le permitían regenerarse año por año, a pesar de las lluvias y las sequías. En particular podemos señalar relaciones como las espaciales entre los árboles y el humus, formado a su vez por la caída de las hojas, que permiten proteger el suelo del impacto de la lluvia, y retener el agua para que las diversas plantas y animales puedan sobrevivir. Podemos señalar también las relaciones entre los seres vivos del ecosistema, las cuales determinan las cadenas alimenticias, que mantienen el equilibrio del ecosistema. Esas relaciones estables forman la estructura de este sistema.
Pero cuando llegan los colonos, que desconocen estas relaciones, rompen la estructura con la tala de los árboles, las quemas y las prácticas agrícolas con plantas traídas de otras partes, con lo cual generan un nuevo sistema eco-cultural mucho más complejo, con nuevos componentes y nuevas relaciones. Si analizamos este nuevo sistema en sus aspectos socio-culturales, y no sólo en sus aspectos físicos y biológicos, podemos establecer relaciones internas entre colonos, proveedores y compradores, aventureros y terratenientes; esas relaciones determinan la nueva estructura; son relaciones que dependen de la presión por la expansión de la frontera agrícola, el desempleo, la sobrepoblación de ciertas ciudades y regiones, y que hacen que los colonos exploten la tierra y la preparen para venderla, más o menos forzadamente, a los terratenientes. Después de unos años, la relación de posesión precaria del colono con su claro de bosque pasa a ser una relación de propiedad avalada por las autoridades; luego, tras la venta a un terrateniente, parece iniciarse de nuevo un ciclo parecido en otra parte. Al analizar varios de estos ecosistemas de frontera de colonización, sea en el Brasil o en Colombia, en el siglo XIX o XX, vemos que la forma de las relaciones es la misma, a pesar de que los componentes cambien: no importa si los colonos son españoles, antioqueños o brasileños, o si los terratenientes son caucheros, ganaderos o coqueros. Decimos que son sistemas diferentes pero que tienen la misma estructura.
Al llegar los guerrilleros y narcotraficantes, cambian los componentes, cambia la planta principal de cultivo, y cambian las relaciones de poder. Pero podemos decir que el sistema es el mismo, aunque hayan cambiado algunas relaciones no esenciales, o podemos decidir que el sistema que habíamos construido ya no representa en forma apropiada la nueva fase del proceso, y lo descartamos como extinto; procedemos a rearmar un sistema nuevo, con sus componentes y relaciones, del cual decimos que tiene una estructura diferente de los sistemas anteriores.
Cada historiador, sociólogo, antropólogo, economista o novelista compone un sistema a su manera, con utilización de distintos componentes, con selecciones distintas de relaciones estructurales, con mayor o menor interés en que su sistema represente adecuadamente los aspectos del proceso que son más relevantes para cada uno de ellos. Cada uno tiene la ilusión de que su sistema captura el proceso real, aunque ninguno de ellos pueda hacerlo. Cada uno de esos autores puede decir que el sistema socio-cultural ha cambiado estructuralmente, o puede decir que es el mismo, pero con algunos cambios accidentales, según la forma como abarque el subproceso que ese autor recortó longitudinal y transversalmente del macroproceso.
Los cambios en los componentes y las relaciones que no se consideran como estructurales conforman la dinámica interna del sistema, y los cambios que llevan de unas estructuras a otras se podrían llamar la dinámica externa que hace evolucionar los sistemas hasta que se convierten en otros sistemas diferentes.
Así, un sistema con sus componentes, su estructura y su dinámica internas constituye una representación de los subprocesos, la cual se aproxima a ellos lo más cerca que podemos lograr en un momento dado de la historia, de nuestra cultura y de nuestras capacidades cognitivas.
Dos ejemplos de ciencias naturales
Un excelente ejemplo, que además concuerda con el modelo copernicano del universo que presentamos anteriormente, es el del sistema solar. Al hablar de ese gran macroproceso que es la evolución del universo, podemos hacer un recorte fuerte: centramos nuestra atención en el Sol, en los planetas que giran alrededor de él, con los satélites que giran alrededor de algunos de los planetas, y en los cometas, que también giran alrededor del Sol, describiendo elipses más alargadas que las de los planetas. Nos imaginamos, pues, todos estos cuerpos con sus relaciones espaciales en un momento dado y obtenemos lo que llamamos el sistema solar. Si además nos imaginamos los movimientos, o mejor si los representamos en un programa de computador, construimos una dinámica interna del sistema solar, que representa un subproceso dentro de los muchos que se pueden dar en el gran macroproceso universal, como es el subproceso de evolución del Sol y sus planetas, satélites y cometas. Si dentro de unos cuatro o cinco mil millones de años el Sol empieza a crecer, hasta alcanzar las órbitas de Mercurio, Venus y la Tierra, podemos decir que el sistema evolucionó, aunque es esencialmente el mismo, o que el sistema cambió porque la red de relaciones, es decir, la estructura, cambió radicalmente.
Si retomamos el ejemplo de ese sistemita reproductor de una planta que es la flor, las transformaciones que ocurren en el crecimiento de ella, en su apertura matinal y cierre nocturno, en los movimientos de los estambres, en el paso de los granos de polen de los estambres al pistilo, son las que determinan la dinámica interna de ese sistema. Pero cuando la flor muere, se caen los pétalos, y la base del pistilo crece hasta volverse una fruta, decimos que hubo un cambio de estructura, y analizamos la fruta como un sistema diferente de la flor. Mirando todo el proceso diacrónicamente, esto es, a lo largo del tiempo, vemos que no podemos decir exactamente en qué momento el sistema todavía es una flor marchita con la base del pistilo hinchada, y en qué momento ya es una fruta verde con unos vestigios de los estambres y el pistilo todavía visibles en la punta. Pero tomamos la decisión de hacer unos cortes diacrónicos, o sea transversales al tiempo, y nos formamos modelos mentales diferentes para los sistemas que llamamos flores y para los sistemas que llamamos frutas.